“Conozco
bien el reto de sembrar el Evangelio en el corazón de hombres procedentes de
mundos diversos, a menudo endurecidos por el arduo camino recorrido antes de
llegar. No me es ajeno el cansancio de establecer la Iglesia entre llanuras,
montañas, ciudades y suburbios de un territorio a menudo inhóspito, en el que
las fronteras siempre son provisionales, las respuestas obvias no perduran y la
llave de entrada requiere conjugar el esfuerzo épico de los pioneros
exploradores con la sabiduría prosaica y la resistencia de los sedentarios que
controlan el territorio alcanzado. Como cantaba uno de sus poetas: «Alas
fuertes e incansables», pero también la sabiduría de quien «conoce las
montañas»”.
“En efecto, en la densa oscuridad de la vida, los hombres
necesitan dejarse guiar por su luz, para tener la certidumbre del puerto al que
acudir, seguros de que sus barcas no se estrellarán en los escollos ni quedarán
a merced de las olas. Así que les animo a hacer frente a los desafíos de
nuestro tiempo. En el fondo de cada uno de ellos está siempre la vida como don
y responsabilidad. El futuro de la libertad y la dignidad de nuestra sociedad
dependen del modo en que sepamos responder a estos desafíos”.
“Las víctimas
inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los
inmigrantes se ahogan en busca de un mañana, los ancianos o los enfermos, de
los que se quiere prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de
la violencia y del tráfico de drogas, el medio ambiente devastado por una
relación predatoria del hombre con la naturaleza, en todo esto está siempre en
juego el don de Dios, del que somos administradores nobles, pero no amos. No es
lícito por tanto eludir dichas cuestiones o silenciarlas”.
Sean Pastores
cercanos a la gente, Pastores próximos y servidores. Esta cercanía ha de
expresarse de modo especial con sus sacerdotes. Acompáñenles para que sirvan a
Cristo con un corazón indiviso, porque sólo la plenitud llena a los ministros
de Cristo. Les ruego, por tanto, que no dejen que se contenten de medias
tintas. Cuiden sus fuentes espirituales para que no caigan en la tentación de
convertirse en notarios y burócratas, sino que sean expresión de la maternidad
de la Iglesia que engendra y hace crecer a sus hijos. Estén atentos a que no se
cansen de levantarse para responder a quien llama de noche, aun cuando ya crean
tener derecho al descanso (cf. Lc11,5-8).
“Ninguna institución estadounidense
hace más por los inmigrantes que sus comunidades cristianas. Ahora tienen esta
larga ola de inmigración latina en muchas de sus diócesis. No sólo como Obispo
de Roma, sino también como un Pastor venido del sur, siento la necesidad de
darles las gracias y de animarles. Tal vez no sea fácil para ustedes leer su
alma; quizás sean sometidos a la prueba por su diversidad. En todo caso, sepan
que también tienen recursos que compartir. Por tanto, acójanlos sin miedo.
Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su
corazón. Estoy seguro de que, una vez más, esta gente enriquecerá a su País y a
su Iglesia”. Catedral de San Mateo en Washington el encuentro con los obispos de
Estados Unidos. 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Todavía tenemos tiempo para hacer los
cambios necesarios para lograr «un desarrollo sostenible e integral, pues
sabemos que las cosas pueden cambiar» (Laudato si’, 13). Estos cambios exigen que
tomemos conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que
podríamos estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de
personas que viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha
formado parte de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta
fuertemente a nuestros hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando
una frase significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que
hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo”.
“Me
gustaría que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta gran Nación
apoyaran las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más
vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de
desarrollo, para que nuestros hermanos y hermanas en todas partes gocen de la
bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos”. En la Casa Blanca. 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“A «todos» dijo Jesús, a todos vayan y
anuncien; a toda esa vida como es y no como nos gustaría que fuese, vayan
y abracen en mi nombre. Vayan al cruce de los caminos, vayan... a anunciar sin
miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a todo aquel que ha
perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el abrazo misericordioso del
Padre. Vayan a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del
sentir una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos
con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error,
las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última palabra en la
vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las heridas y restaura el
corazón”. “La misión no nace nunca de un proyecto perfectamente elaborado o de
un manual muy bien estructurado y planificado; la misión siempre nace de una
vida que se sintió buscada y sanada, encontrada y perdonada. La misión
nace de experimentar una y otra vez la unción misericordiosa de Dios”. “El
santo Pueblo fiel de Dios, no teme al error; teme al encierro, a la
cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el
encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones”.
“Esta
fue la forma que Junípero Serra encontró para vivir la alegría del Evangelio,
para que no se le anestesiara el corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor
espera; siempre adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo
lo que aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer, hoy
nosotros podamos decir: «siempre adelante»”. Misa de canonización de fray Junípero Serra, 24 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Quiero ser muy claro. No hay ningún tipo de justificación
social, moral o del tipo que sea para aceptar la falta de alojamiento. Son
situaciones injustas, pero sabemos que Dios está sufriéndolas con nosotros,
está viviéndolas a nuestro lado. No nos deja solos”. “Queridos amigos, uno de
los modos más eficaces de ayuda que tenemos lo encontramos en la oración. La
oración nos une, nos hermana, nos abre el corazón y nos recuerda una verdad
hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos aprendemos a decir Padre,
papá, y en ella nos encontramos como hermanos. En la oración, no hay ricos y
pobres, hay hijos y hermanos. En la oración no hay personas de primera o de
segunda, hay fraternidad”. A los sin
techo en la parroquia de San Patricio. 24 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Les agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija
la palabra en esta sesión conjunta del Congreso en «la tierra de los libres y
en la patria de los valientes». Me gustaría pensar que lo han hecho porque
también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos nosotros hemos
recibido tanto y con el que tenemos una responsabilidad común”. “La sociedad
política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer las necesidades
comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus miembros, especialmente de los
que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo”. “Salvando los
vaivenes de la historia y las ambigüedades propias de los seres humanos, con
sus muchas diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con
trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor.
Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de
todo el pueblo”. “Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una
manera de ver y analizar la realidad: Abraham Lincoln, Martin Luther King,
Dorothy Day y Thomas Merton”.
“Todos conocemos y estamos sumamente preocupados por la
inquietante situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez
más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta atrocidad,
cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión. Somos conscientes de
que ninguna religión es inmune a diversas formas de aberración individual o de
extremismo ideológico. Esto nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de
fundamentalismo de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia
perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema
económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las
ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que
trabajar”. “Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es
la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No”.
“Millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el
sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes
a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de
nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes,
como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los
derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no siempre fueron
respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el corazón de la democracia
norteamericana, deseo reafirmarles mi más alta estima y reconocimiento.
Aquellos primeros contactos fueron bastantes convulsos y sangrientos, pero es
difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando
el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del
pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y
justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que
no puede dar nunca la espalda a los «vecinos», a todo lo que nos rodea”. “Cuidémonos
de una tentación contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la
regla de oro: «Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con
ustedes» (Mt 7,12). La
regla de oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y
defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo. Esta certeza es
la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en
diferentes niveles para solicitar la abolición mundial de la pena de muerte”.
“En Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para
«reorientar el rumbo» y para evitar las más grandes consecuencias que surgen
del degrado ambiental provocado por la actividad humana. Ahora es el tiempo de acciones
valientes y de estrategias para implementar una «cultura del cuidado» y una
«aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a
los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza». La libertad humana
es capaz de limitar la técnica; de interpelar «nuestra inteligencia para
reconocer cómo deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder»; de poner
la técnica al «servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más
social, más integral»
“No puedo esconder mi preocupación por la familia, que está
amenazada, quizás como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las
relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la
familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre
todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia”.
“Una Nación es considerada grande cuando defiende la libertad,
como hizo Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres
«soñar» con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas, como intentó
hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia y la causa de los
oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante trabajo; siendo fruto de una
fe que se hace diálogo y siembra paz, al estilo contemplativo de Merton. Me he
animado a esbozar algunas de las riquezas de su patrimonio cultural, del alma
de su pueblo. Me gustaría que esta alma siga tomando forma y crezca, para que
los jóvenes puedan heredar y vivir en una tierra que ha permitido a muchos
soñar. Que Dios bendiga a América”. Al
Congreso de Estados Unidos. 24 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Sé que ustedes, como cuerpo presbiteral,
junto con el Pueblo de Dios, recientemente han sufrido mucho a causa de la vergüenza
provocada por tantos hermanos que han herido y escandalizado a la Iglesia en
sus hijos más indefensos. Ustedes «vienen de la gran tribulación». Los acompaño
en este momento de dolor y dificultad, así como agradezco a Dios el servicio
que realizan acompañando al Pueblo de Dios.
“Quisiera, de modo especial, expresar mi admiración y mi
gratitud a las religiosas de los Estados Unidos. ¿Qué sería de la Iglesia sin
ustedes? Mujeres fuertes, luchadoras; con ese espíritu de coraje que las pone
en la primera línea del anuncio del Evangelio. A ustedes, religiosas, hermanas
y madres de este pueblo, quiero decirles «gracias», un «gracias» muy grande...
y decirles también que las quiero mucho”. En la
catedral San Patricio de Nueva York. Con el clero, religiosos y religiosas de
Estados Unidos, 25 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“La historia de la
comunidad organizada de los Estados, representada por las Naciones Unidas, que
festeja en estos días su 70 aniversario, es una historia de importantes éxitos
comunes, en un período de inusitada aceleración de los acontecimientos”. La
labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los
primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista como el
desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia
es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal.
En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea
implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo, siguiendo la
definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano
se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar por encima de la dignidad y
de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones
sociales. La distribución fáctica del poder (político, económico, de defensa,
tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema
jurídico de regulación de las pretensiones e intereses, concreta la limitación
del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos
derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal
ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres
excluidos. Dos sectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones
políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la
realidad. Por eso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la
protección del ambiente y acabando con la exclusión”. “Lo dramático de toda
esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva
junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros a tomar conciencia también de
mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de
todos aquellos que anhelan soluciones urgentes y efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una
importante señal de esperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre
cambio climático logre acuerdos
fundamentales y eficaces”.
“Quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siempre
tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones
de personas. Otra clase de guerra viven muchas de nuestras sociedades con el
fenómeno del narcotráfico. Una guerra «asumida» y pobremente combatida. El
narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del
lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras
formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la
vida social, política, militar, artística y religiosa, generando, en muchos
casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras
instituciones”.
“El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura en mi
tierra natal, canta: «Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos
pelean, los devoran los de afuera». El mundo contemporáneo, aparentemente
conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en
riesgo «todo fundamento de la vida social» y por lo tanto «termina por
enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses» (Laudato si’, 229). El tiempo presente nos invita a privilegiar acciones que
generen dinamismos nuevos en la sociedad hasta que fructifiquen en importantes
y positivos acontecimientos históricos (cf. Evangelii gaudium,
223). No podemos permitirnos postergar «algunas agendas» para el futuro. El
futuro nos pide decisiones críticas y globales de cara a los conflictos
mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados”. Al abrir la 70 Asamblea General de las Naciones Unidas. 25 de
septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“Me han contado que una
de las lindas características de esta escuela y de este trabajo es que algunos
de sus alumnos, algunos de ustedes, vienen de otros lugares, y muchos de otros
países. Y eso es bueno. Aunque sé que no siempre es fácil tener que trasladarse
y encontrar una nueva casa, encontrar nuevos vecinos, amigos; no es fácil. Pero
hay que empezar. Al principio puede ser algo cansador. Muchas veces aprender un
nuevo idioma, adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima. Cuántas cosas
tienen que aprender. No solo las tareas de la escuela sino tantas cosas, hasta
jugar con la pelota... Lo bueno es que también encontramos nuevos amigos, y
esto es muy importante. Los nuevos amigos que encontramos. Encontramos personas
que nos abren puertas y nos muestran su ternura, su amistad, su comprensión, y
buscan ayudarnos para que no nos sintamos extraños, extranjeros.” En el colegio Nuestra
Señora Reina de los Ángeles con niños y familias inmigrantes en Nueva York. 25
de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“El agua que vemos correr hacia ese centro vacío nos recuerda
todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la
destrucción es la única forma de solucionar los conflictos. Es el grito
silencioso de quienes sufrieron en su carne la lógica de la violencia, del
odio, de la revancha. Una lógica que lo único que puede producir es dolor,
sufrimiento, destrucción, lágrimas. El agua cayendo es símbolo también de
nuestras lágrimas. Lágrimas por las destrucciones de ayer, que se unen a tantas
destrucciones de hoy”. “En una metrópoli que puede parecer impersonal, anónima,
de grandes soledades, fueron capaces de mostrar la potente solidaridad de la
mutua ayuda, del amor y del sacrificio personal. En ese momento no era una
cuestión de sangre, de origen, de barrio, de religión o de opción política; era
cuestión de solidaridad, de emergencia, de hermandad. Era cuestión de
humanidad”. “Espero que nuestra presencia aquí sea un signo potente de nuestras
ganas de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación,
fuerzas de paz y justicia en esta comunidad y a lo largo y ancho de nuestro
mundo. En las diferencias, en las discrepancias, es posible vivir en un mundo
de paz. Frente a todo intento uniformizador es posible y necesario reunirnos
desde las diferentes lenguas, culturas, religiones y alzar la voz a todo lo que
quiera impedirlo. Juntos hoy somos invitados a decir «no» a todo intento
uniformante y «sí» a una diferencia aceptada y reconciliada”. En el Memorial en la Zona
Cero, 25 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“Las grandes ciudades son
recuerdo de la riqueza que esconde nuestro mundo: la diversidad de culturas, de
tradiciones e de historias. La variedad de lenguas, de vestidos, de
alimentos. Las grandes ciudades se vuelven polos que parecen presentar la
pluralidad de maneras que los seres humanos hemos encontrado de responder al
sentido de la vida en las circunstancias donde nos encontrábamos. A su vez, las
grandes ciudades esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o
ser ciudadanos de segunda categoría. En las grandes ciudades, bajo el ruido del
tránsito, bajo «el ritmo del cambio», quedan silenciados tantos rostros por no
tener «derecho» a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad –los
extranjeros, sus hijos (y no solo) que no logran la escolarización, los
privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos–, quedando al
borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor. Y
se convierten en parte de un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando
ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón.
¿Cómo es esta luz que transita nuestras calles? ¿Cómo encontrar
a Dios que vive con nosotros en medio del «smog» de nuestras ciudades? ¿Cómo encontrarnos con Jesús vivo
y actuante en el hoy de nuestras ciudades pluriculturales? «Aprender a mirar».
Dios vive en nuestras ciudades, la Iglesia vive en nuestras ciudades y Dios y
la Iglesia que viven en nuestras ciudades quieren ser fermento en la masa,
quieren mezclarse con todos, acompañando a todos, anunciando las
maravillas de Aquel que es Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para
siempre, Príncipe de la paz”. Multitudinaria
misa en el Madison Square Garden de Nueva York. 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“Aquí fueron proclamadas
por primera vez las libertades que definen este País. La Declaración de
Independencia proclamó que todos los hombres y mujeres fueron creados iguales;
que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, y que los
gobiernos existen para proteger y defender esos derechos”. “En un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan
de suprimir la libertad religiosa, o de reducirla a una subcultura sin derecho
a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para
el odio y la brutalidad, es necesario que los fieles de las diversas religiones
unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia y el respeto a la dignidad
y a los derechos de los demás”.
“La globalización no es mala, al contrario, la tendencia a
globalizarnos es buena, nos une. Lo que puede ser malo es el modo de hacerlo.
Si una globalización pretende igualar a todos como si fuera una esfera, esa
globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada
pueblo. Si una globalización busca unir a todos pero respetando a cada persona,
a su persona, a su riqueza, a su peculiaridad, respetando a cada pueblo, a su
riqueza, a cada persona, esa globalización es buena y nos hace crecer a todos y
lleva a la paz”.
“Entre nosotros hoy hay miembros de la gran población hispana de
América. No se desanimen por los retos y dificultades que tengan que afrontar.
Les pido que no olviden que, al igual que los que llegaron aquí antes, ustedes
traen muchos dones a esta nación. Por favor, no se avergüencen nunca de sus
tradiciones. No olviden las lecciones que aprendieron de sus mayores, y que
pueden enriquecer la vida de esta tierra americana”. “Pienso, en particular, en
la vibrante fe que muchos de ustedes poseen, en el profundo sentido de la vida
familiar y los demás valores que han heredado. Al contribuir con sus dones, no
solo encontrarán su lugar aquí, sino que ayudarán a renovar la sociedad desde
dentro”. Con la comunidad hispana y otros inmigrantes en el Independence Mall de Filadelfia. 26
de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“Uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es
fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la
misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal
responsabilidad como discípulos misioneros, como fermento del Evangelio en
nuestro mundo. Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las
situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del
mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre
todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante
la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las
etapas de nuestra vida”. En la Basílica de Filadelfia con obispos, clero y religiosos de
Pensilvania. 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“Una vez un chico me
preguntó… Ustedes saben que los chicos preguntan cosas difíciles. Me
preguntó: 'Padre, ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo?' Les aseguro
que me costó contestarle. Y le dije lo que les digo ahora a ustedes: antes de
crear el mundo, Dios amaba, porque Dios es amor. Pero era tal el amor que tenía
en sí mismo, ese amor entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, era
tan grande, tan desbordante que, esto no sé si es muy teológico pero lo
van a entender, era tan grande que no podía ser egoísta, tenía que salir
de sí mismo para tener a quien amar fuera de sí. Y ahí Dios creó el
mundo. Ahí Dios hizo esta maravilla en la que vivimos y que,
como estamos un poquito mareados, la estamos destruyendo. Pero lo más
lindo que hizo Dios, dice la Biblia, fue la familia. Creó al hombre y a la
mujer: ¡y les entrego todo, les entregó el mundo! Crezcan, multiplíquense,
cultiven la tierra, háganla producir, háganla crecer. Todo el amor que
hizo en esa creación maravillosa se la entregó a una familia”.
“La familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro?
La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios, para que en su seno
creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza. Claro, alguno de
ustedes me pueden decir: 'Padre, usted habla así porque es soltero'. En
las familias hay dificultades. En las familias discutimos, en las familias
a veces vuelan los platos, en las familias los hijos traen dolores de cabeza.
No voy a hablar de la suegra, pero en las familias siempre, siempre, hay cruz.
Siempre. Porque el amor de Dios, el Hijo de Dios, nos abrió también ese
camino. Pero en las familias también, después de la cruz hay resurrección.
Porque el Hijo de Dios nos abrió ese camino. Por eso, la familia es,
perdónenme la palabra, es una fábrica de esperanza, de esperanza de vida y
resurrección. Dios fue el que abrió ese camino”. “En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan
con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no
supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad.
El amor es fiesta, el amor es gozo, el amor es seguir adelante”. “Les sugiero
un consejo: nunca terminen el día sin hacer la paz en la familia. En una
familia no se puede terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga, que Dios
les de fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante”. Fiesta de las familias. En el Franklin Parkway de Filadelfia, 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org).
“La santidad está siempre
ligada a los pequeños gestos. Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar;
gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que
hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de
abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión.
Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano
del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes
de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se
manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que
la vida tenga siempre sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada
por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias
domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la
fe. Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el
contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos
la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de
amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo”. “Que
nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división.
Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a
los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró”. “Les
dejo como pregunta para que cada uno responda: En mi casa ¿se grita? ¿O se
habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor”. Misa
de clausura del Encuentro Mundial de las Familias. 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Pienso que el primer impulso pastoral que este difícil período
de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este
reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a
pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar”. “El mundo parece que
se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una
dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás.
No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece
estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a
nadie. No fiar ni fiarse. Porque lo más importante de hoy parece que es ir
detrás de la última tendencia o actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo
importante hoy lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir
amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el costo ni
las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más
allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero 'trámite' en la
satisfacción de 'mis necesidades'. Lo importante deja de ser el prójimo, con su
rostro, con su historia, con sus afectos”. “Esto genera una herida grande. Me
animo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas
situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas
tantas personas. Corriendo detrás de un like, corriendo detrás de aumentar el
número de followers en cualquiera de las redes sociales, así van –vamos– los
seres humanos en la propuesta que ofrece esta sociedad contemporánea. Una
soledad con miedo al compromiso en una búsqueda desenfrenada por sentirse
reconocido”.
“¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta
sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos
escuchar de sus pastores frases como: 'Todo pasado fue mejor', 'El mundo es un
desastre ¿y si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar?'. 'Esto me
suena a un tango argentino. No, no creo que este sea el camino. Nosotros,
pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar,
levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos
de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El
mundo hoy nos pide y reclama esta conversión”. “Nuestro ministerio necesita
desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia. Lo subrayo, desarrollar la
alianza de la Iglesia con la familia. De lo contrario, se marchita, y la
familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre
noticia evangélica dada por Dios, e irá al supermercado de moda a comprar los
productos que en ese momento les gusta más”. “Si somos capaces de este rigor de
los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los
surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, también una mujer samaritana
con cinco 'no maridos' será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico,
que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, un publicano
maduro se apresurará a bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que
hasta ese momento no había pensado nunca”. “La familia es nuestra aliada,
nuestra ventana al mundo, la familia es la evidencia de una bendición
irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y
hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido que sirvamos". Con
los obispos en el seminario San Carlos Borromeo. 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Vivir supone ensuciarse los pies por los
caminos polvorientos de la vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser
purificados, de ser lavados. Todos, yo el primero. Todos somos buscados por
este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca
el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que
no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es
doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser
lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son
también el cansancio y el dolor, las heridas de toda una sociedad”. “Este momento en la vida de ustedes solo puede
tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para
que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos
parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una
reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios,
políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la
moral de toda la comunidad y la sociedad”. A 100
presos de la cárcel Curran-Fromhold de Filadelfia. 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
“Estoy muy agradecido a todos ustedes y también a todos los que se
han empleado a fondo para hacer posible mi visita y preparar el Encuentro
Mundial de las Familias”. “Gracias también a las familias que han compartido su
testimonio durante el Encuentro. ¡No es nada fácil hablar abiertamente de la
propia vida! Sin embargo, su sinceridad y humildad ante el Señor y ante cada
uno de nosotros nos han hecho ver la belleza de la vida familiar en toda su
riqueza y variedad. Pido al Señor que estos días de oración y reflexión sobre
la importancia de la familia para una sociedad sana, animará a las familias a
seguir esforzándose en el camino de la santidad y a ver a la Iglesia como su
segura compañera de camino, independientemente de los desafíos que tengan que
afrontar”. “Esta tierra ha sido bendecida con grandes dones y oportunidades.
Ruego al Señor para que ustedes sean administradores buenos y generosos de los
recursos humanos y materiales que les han sido confiados”.
“Doy gracias al Señor porque me ha concedido ser testigo de la
fe del Pueblo de Dios en este País, como ha quedado manifestado en nuestros
momentos comunitarios de oración y se puede ver en tantas obras de caridad.
Dice Jesús en las Escrituras: «En verdad les digo que cada vez que lo hicieron
con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 24,40). Sus atenciones
conmigo y su generosa acogida son signo de su amor y fidelidad a Jesús. Lo son
también sus atenciones para con los pobres, los enfermos, los sin techo y los
inmigrantes, su defensa de la vida en todas sus etapas y su preocupación por la
familia. En todos estos casos se ve que Jesús está en medio de ustedes y que el
cuidado de los unos por los otros es el cuidado con que tratan al mismo Jesús. Ahora
que los dejo, les pido a todos, especialmente a los voluntarios y bienhechores
que han asistido al Encuentro Mundial de las Familias: No dejen que su
entusiasmo por Jesús, por la Iglesia, por nuestras familias y por la familia
más amplia de la sociedad se apague”. Al comité organizador, los voluntarios y los
benefactores del Encuentro Mundial de las Familias. 28 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)