“Informado
de los horribles ataques terroristas que se han producido en París y en el
Estado de Francia, causando la muerte de numerosas personas e hiriendo a muchas
otras, Su Santidad el Papa Francisco se une con la oración al sufrimiento de
las familias probadas por este drama así como al dolor del pueblo francés. Él
invoca a Dios, Padre de misericordia, que acoja en la paz de su luz a las
víctimas y dispense consuelo y esperanza a los heridos y a sus familias.
Asegura asimismo su proximidad espiritual a todas las personas que han
participado en las labores de socorro. Una vez más, el Santo Padre condena con
vigor la violencia, que nada resuelve, e implora a Dios inspirar en todos
pensamientos de paz y de solidaridad y derramar sobre las familias en la
prueba y sobre todos los Franceses, la abundancia de sus Bendiciones”. 13/11/2015. Telegrama al Arzobispo de París.
RV.
“Es
una idolatría contemplar las numerosas bellezas sin pensar que habrá un ocaso, también
el ocaso tiene su belleza. Y todos contamos con el peligro de tener esta
idolatría de estar apegados a las bellezas de la tierra, sin la trascendencia.
Se trata, precisamente, de la idolatría de la inmanencia: creemos que las cosas
como son, son casi dioses y no acabarán nunca. Y olvidamos el ocaso. La otra
idolatría es la de los hábitos: estar apegado a los hábitos, sin pensar en que
esto se acabará. Y la Iglesia nos hace contemplar el final de estas cosas. Por
lo tanto, también los hábitos pueden ser pensados como dioses. De este modo, la
idolatría consiste en pensar que la vida es así, que se sigue adelante por
costumbre. Y como la belleza acabará en otra belleza, nuestras costumbres
terminarán en una eternidad, en otros hábitos. ¡Pero con Dios! “Nosotros —los creyentes— no somos gente que retrocede,
sino gente que siempre va hacia adelante”. “Seguir siempre adelante por este
camino, contemplando las bellezas, y con los hábitos que todos tenemos, pero
sin divinizarlos porque acabarán”.
13/11/2015. Sta. Marta. RV.
‘‘A veces se perciben amenazas para las naciones
menos numerosas, pero también al mismo tiempo elementos que pueden constituir
nuevas oportunidades. Una oportunidad, que se ha convertido en un signo de los
tiempos, es el fenómeno de las migraciones que debe entenderse y afrontarse con
sensibilidad y sentido de la justicia. La Iglesia está llamada a proclamar y
testimoniar la acogida del migrante en un espíritu de caridad y de respeto a la
dignidad de la persona humana, en el contexto de una observancia necesaria de la
legalidad''. ''Frente a la perspectiva de un entorno multicultural en
constante expansión debemos asumir una actitud de respeto mutuo para favorecer
el encuentro”. 12/11/2015. A la Conferencia Episcopal de Eslovaquia.
VIS.
''Hoy todos los seres humanos en el mundo
necesitan alimento. Y este alimento no es sólo el que sirve para satisfacer el
hambre física. Hay otras hambres -de amor, de inmortalidad de la vida, de
afecto, de ser cuidado, de perdón, de misericordia. Este hambre puede ser
saciada sólo por el pan que viene de las alturas. Jesús mismo es el Pan vivo
que da la vida al mundo. Su cuerpo ofrecido por nosotros en la cruz, su sangre
derramada para el perdón de los pecados de la humanidad se hace disponible para
nosotros en el pan y el vino de la Eucaristía que se transforma en la
consagración''. ''Pero la Eucaristía no termina con la participación en
el pan y la sangre del Señor. Nos lleva a la solidaridad con los demás. La
comunión con el Señor es necesariamente una comunión con nuestros hermanos y
hermanas”. 12/11/2015. Congreso
Eucarístico Nacional de India. VIS.
“Hoy reflexionaremos sobre una cualidad
característica de la vida familiar que se aprende desde los primeros años de
vida: la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la vida
y ser felices de poderlo hacer. La convivialidad es un termómetro seguro
para medir la salud de las relaciones: si en la familia hay algo que no está
bien, o alguna herida escondida, en la mesa se percibe enseguida. Una familia
que no come casi nunca juntos, o en cuya mesa no se habla pero se ve la
televisión, o el smartphone, es una familia “poco familia”. Cuando los hijos en
la mesa están pegados a la computadora, al móvil, y no se escuchan entre ellos,
esto no es familia, es un jubilado”. “Hoy muchos contextos sociales
ponen obstáculos a la convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil.
Debemos encontrar el modo de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se
escucha. Nada de silencio, ese silencio que no es el silencio de las
religiosas, es el silencio del egoísmo: cada uno tiene lo suyo, o la televisión
o el ordenador… y no se habla. No, nada de silencio. Recuperar esta
convivialidad familiar aunque sea adaptándola a los tiempos. La convivialidad
parece que se ha convertido en una cosa que se compra y se vende, pero así es
otra cosa. Y la nutrición no es siempre el símbolo de un justo compartir de los
bienes, capaz de alcanzar a quien no tiene ni pan ni afectos. En los Países
ricos somos estimulados a gastar en una nutrición excesiva, y luego lo hacemos
de nuevo para remediar el exceso. Y este “negocio” insensato desvía nuestra
atención del hambre verdadera, del cuerpo y del alma. Cuando no hay
convivialidad hay egoísmo, cada uno piensa en sí mismo. Es tanto así, que la
publicidad la ha reducido a un deseo de galletas y dulces. Mientras tanto,
muchos hermanos y hermanas se quedan fuera de la mesa. ¡Es un poco vergonzoso!
¿No?” 11/11/2015. Catequesis de
los miércoles. RV.
(*) Reflexiones del Papa Francisco. Síntesis
semanal, en base a extractos textuales. Producido por María Cristina Camacho de
Armas para su difusión en: camachodearmas@gmail.com, http://nueva-realidad.blogspot.com.ar/ y https://www.facebook.com/catedrafrancisco.
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