“La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere: esto
nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no
es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. No, no es verdad. En cambio, la
libertad es el don de poder elegir el bien: esto es libertad. Es libre quien
elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios, también… es fatigoso, no
es fácil. Pero yo creo que vosotros jóvenes no tenéis miedo del cansancio, ¿no?
Sois estupendos. Pero sólo con decisiones valientes y fuertes se realizan los
sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida. Elegís con coraje
y fuertes. No os contentéis con la mediocridad, con “ir tirando”, estando
cómodos y sentados; no confiéis en quien os distrae de la verdadera riqueza,
que sois vosotros, cuando os digan que la vida es bonita sólo si se tienen
muchas cosas; desconfiad de quien os quiera hacer creer que sois valiosos
cuando os hacéis pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o cuando
lleváis vestidos a la última moda. Vuestra felicidad no tiene precio y no se
negocia; no es un “app” que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la
versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La
libertad es otra cosa”. 24/4/2016.
Jubileo de Chicas y Chicos. RV.
“Si un joven a vuestra edad, no es capaz de soñar, ya se ha
jubilado: no sirve… El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón.
El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía
bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en
práctica. ¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús
se nos da a sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la
Confesión. Allí aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro, y a difundirlo en
el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir no a lo que
es falso, mirad la cruz del Señor, abrazadla y no dejad su mano, que os lleva
hacia lo alto y os levanta cuando caéis”. 24/4/2016. Jubileo de Chicas y Chicos. RV.
“Ser misericordiosos quiere decir también ser capaces de
perdonar. Y esto no es fácil, ¿eh? Puede pasar que, a veces, en familia, en la
escuela, en parroquia, en el gimnasio o en lugares de divertimiento, alguno nos
haga un feo y nos sintamos ofendidos; o en algún momento de nerviosismo podemos
ser nosotros quien ofendamos a otros. ¡No nos quedemos con el rencor o con el
deseo de venganza! No sirve para nada: es como una carcoma que nos come el alma
y no nos permite ser felices. ¡Perdonemos! Perdonemos y olvidemos el daño
recibido, así podremos comprender la enseñanza de Jesús y ser sus discípulos y
testigos de misericordia. Chicos, cuantas veces me ha pasado de tener
que llamar por teléfono a los amigos y que no pueda ponerme en contacto con
ellos porque no hay cobertura. Estoy seguro de que les ha pasado también a
ustedes: que el teléfono móvil en algunos lugares no funciona... Bien, recuerde
que si en su vida no está Jesús ¡es como si no hubiera cobertura! No se
consigue hablar y nos cerramos en nosotros mismos”. 23/4/2016. Video por encuentro de Adolescentes por
Jubileo. RV.
“El cristiano es una mujer, es un hombre de esperanza, que
espera que el Señor regrese”. “Toda la Iglesia está en espera de la venida
de Jesucristo: Jesús regresará. Y ésta es la esperanza cristiana”: “Podemos
preguntarnos, cada uno de nosotros: ¿cómo es el anuncio en mi vida? ¿Cómo es mi
relación con Jesús que intercede por mí? ¿Y cómo es mi esperanza? ¿Creo
verdaderamente que el Señor ha resucitado? ¿Creo que reza por mí al Padre? Cada
vez que yo lo llamo, Él está rezando por mí, intercede. ¿Creo verdaderamente
que el Señor regresará, volverá? Nos hará bien preguntarnos esto acerca de
nuestra fe: ¿Creo en el anuncio? ¿Creo en la intercesión? ¿Soy un hombre o una
mujer de esperanza?”. 22/4/2016.
Sta. Marta. RV.
“La Pascua Judía recuerda que el Omnipotente ha librado a su
amado pueblo de la esclavitud y lo ha conducido a la Tierra prometida”, “que Él
los acompañe hoy con la abundancia de sus bendiciones, proteja a su Comunidad
y, en su misericordia, done a cada uno la paz”. “Les pido que recen por mí, mientras
les aseguro mi oración por ustedes: que el Altísimo nos conceda poder crecer
siempre más en la amistad”. 21/4/2016.
Saludo por la Pascua Judía. RV.
“Del corazón debe nacer un “gracias” a Jesús, que jamás deja
de caminar en nuestra historia. Cuántas veces le hemos cerrado la puerta en la
cara, cuántas veces hemos hecho de cuenta que no lo vemos, que no creemos que
Él está con nosotros. Cuántas veces hemos renegado su salvación… Pero Él estaba
allí: La memoria nos acerca a Dios. La memoria de aquella obra que Dios
ha hecho en nosotros, en esta re-creación, en esta re-generación. Yo les
aconsejo esto, sencillamente: ¡hagan memoria! ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha
sido mi jornada hoy, o cómo ha sido este último año? Memoria. ¿Cómo han sido
mis relaciones con el Señor? Memoria de las cosas bellas, grandes que el Señor
ha hecho en la vida de cada uno de nosotros”. 21/4/2016. Sta. Marta. RV.
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26/04/2016: Abramos
al Señor nuestros sepulcros sellados ―cada uno de nosotros los conoce― para que
Jesús entre y llene de vida.
25/04/2016: Todos
estamos llamados a cuidar con amor la vida de las familias; porque no son un
problema, sino una oportunidad.
24/04/2016: Queridos
jóvenes, con la gracia de Dios pueden ser cristianos auténticos y valientes,
testigos de amor y de paz.
23/04/2016: Queridos
jóvenes, sus nombres están escritos en el cielo, en el corazón misericordioso
del Padre. ¡Sean valientes, vayan contracorriente!
22/04/2016: Un
verdadero planteamiento ecológico debe integrar medio ambiente y justicia,
escuchando el clamor de la tierra y el grito de los pobres.
Reflexiones del Papa Francisco. Síntesis semanal, en base a
extractos textuales. Producido por María Cristina Camacho de Armas para su
difusión en: camachodearmas@gmail.com, http://nueva-realidad.blogspot.com.ar/ y https://www.facebook.com/catedrafrancisco.
Carta
del Papa Francisco al Cardenal Marc Armand Ouellet, P.S.S. (Texto completo)
Al Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina
Eminencia: Al
finalizar el encuentro de la Comisión para América Latina y el Caribe tuve la
oportunidad de encontrarme con todos los participantes de la asamblea donde se
intercambiaron ideas e impresiones sobre la participación pública del laicado
en la vida de nuestros pueblos.
Quisiera recoger lo compartido en esa instancia y continuar por
este medio la reflexión vivida en esos días para que el espíritu de
discernimiento y reflexión "no caiga en saco roto"; nos ayude y siga
estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios.
Precisamente es desde esta imagen, desde donde me gustaría partir
para nuestra reflexión sobre la
actividad pública de los laicos en nuestro contexto latinoamericano. Evocar
al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que estamos invitados a
mirar y desde donde reflexionar. El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como
pastores estamos continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener
y servir. Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy
buen trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene
rostro: son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin un rebaño
al que está llamado a servir. El pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se
lo sirve desde dentro. Muchas veces se
va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y
no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente.
Mirar al Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante
del mismo nos posiciona en la vida y, por lo tanto, en los temas que tratamos
de una manera diferente. Esto nos ayuda a no caer en reflexiones que pueden, en
sí mismas, ser muy buenas pero que terminan funcionalizando la vida de nuestra
gente, o teorizando tanto que la especulación termina matando la acción. Mirar
continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos
declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la
vida de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo
ahora la famosa expresión: "es la hora de los laicos" pero pareciera
que el reloj se ha parado.
Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la
Iglesia como laicos. El primer sacramento, el que sella para siempre nuestra
identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo.
Por él y con la unción del Espíritu Santo, (los fieles) quedan
consagradas como casa espiritual y sacerdocio santo (LG 10) Nuestra
primera y fundamental consagración hunde sus raíces en nuestro bautismo. A
nadie han bautizado cura, ni obispo. Nos han bautizados laicos y es el signo
indeleble que nunca nadie podrá eliminar. Nos
hace bien recordar que la Iglesia no es una elite de los sacerdotes, de los
consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de
Dios. Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y/o deformaciones en
nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia
nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo
de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los
hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un
templo (LG 9). El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del
Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar,
discernir, debemos estar muy atentos a esta unción.
A su vez, debo sumar otro elemento que considero fruto de una mala
vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II. No podemos
reflexionar el tema del laicado ignorando una de las deformaciones más fuertes
que América Latina tiene que enfrentar - y a las que les pido una especial
atención- el clericalismo. Esta actitud no sólo anula la personalidad de los
cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia
bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización
del laicado; tratándolo como "mandaderos", coarta las distintas
iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarios para poder
llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y
especialmente político. El clericalismo lejos de impulsar los distintos
aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia
toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo
se olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a
todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e
iluminados.
Hay un fenómeno muy interesante que se ha producido en nuestra
América Latina y me animo a decir, creo que es de los pocos espacios donde el
pueblo de Dios fue soberano de la influencia del clericalismo: me refiero a la
pastoral popular. Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a
sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo
que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos. Sabemos que la
pastoral popular como bien lo ha escrito Pablo VI en la exhortación
apostólica Evangelii nuntiandi, tiene ciertamente sus límites. Está
expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión, pero prosigue,
cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de
evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente
los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio
hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo
sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la
presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente
pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad:
paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los
demás, devoción. Teniendo en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente
"piedad popular", es decir, religión del pueblo, más bien que
religiosidad... Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez
más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en
Jesucristo. (EN 48) El Papa Pablo usa una expresión que considero es
clave, la fe de nuestro pueblo, sus orientaciones, búsquedas, deseo, anhelos,
cuando se logran escuchar y orientar nos terminan manifestando una
genuina presencia del Espíritu. Confiemos en nuestro Pueblo, en su memoria y en
su "olfato", confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y
que este Espíritu no es solo "propiedad" de la jerarquía eclesial.
He tomado este ejemplo de la pastoral popular como clave
hermenéutica que nos puede ayudar a comprender mejor la acción que se genera
cuando el Santo Pueblo fiel de Dios reza y actúa. Una acción que no queda
ligada a la esfera íntima de la persona sino por el contrario se transforma en
cultura; una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de
solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y
creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una
mirada agradecida. (EG 68)
Entonces desde aquí podemos preguntarnos, ¿qué significa que los laicos estén trabajando en la vida pública?
Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en
verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte
parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Ahí
encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias,
intentando no solo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e
injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniarlo. ¿Qué significa para
nosotros pastores que los laicos estén trabajando en la vida pública? Significa
buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos,
esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un
mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente
con los más pobres. Significa como pastores comprometernos en medio de nuestro
pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su esperanza. Abriendo puertas,
trabajando con ellos, soñando con ellos, reflexionando y especialmente rezando
con ellos. Necesitamos reconocer la ciudad –y por lo tanto todos los
espacios donde se desarrolla la vida de nuestra gente– desde una mirada
contemplativa, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares,
en sus calles, en sus plazas... Él vive
entre los ciudadanos promoviendo la caridad, la fraternidad, el deseo del bien,
de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino
descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con
un corazón sincero. (EG 71) No es nunca el pastor el que le dice al laico
lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No
es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los
distintos ámbitos los fieles. Como
pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos
estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la
verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros
corazones.
Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico
comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas
de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado como acompañar a un
bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con
las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida
pública. Sin darnos cuenta, hemos
generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo
aquellos que trabajan en cosas "de los curas" y hemos olvidado,
descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha
cotidiana por vivir la fe. Estas son las
situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por
dominar espacios más que por generar procesos. Por eso, debemos reconocer
que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso
en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de
nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas
formas de organización y de celebración de la fe. ¡Los ritmos actuales son tan
distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás! Esto requiere imaginar espacios de oración y de
comunión con características novedosas, más atractivas y significativas -especialmente–
para los habitantes urbanos. (EG 73) Es obvio, y hasta imposible, pensar
que nosotros como pastores tendríamos que tener el monopolio de las soluciones
para los múltiples desafíos que la vida contemporánea nos presenta. Al
contrario, tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus
búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática
actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por nuestra gente o sin
nuestra gente. Como diría San Ignacio, "según los lugares, tiempos y
personas". Es decir, no uniformizando. No se pueden dar directivas generales para una organización del pueblo
de Dios al interno de su vida pública. La inculturación es un proceso que
los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en
donde está y con quién está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una
determinada porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive,
celebra y anuncia su fe. Con la idiosincrasia particular y de acuerdo a los
problemas que tiene que enfrentar, así como todos los motivos que tiene para
celebrar. La inculturación es un trabajo
de artesanos y no una fábrica de producción en serie de procesos que se
dedicarían a "fabricar mundos o espacios cristianos".
Dos memorias se nos pide cuidar en nuestro pueblo. La memoria de
Jesucristo y la memoria de nuestros antepasados. La fe, la hemos recibido, ha
sido un regalo que nos ha llegado en muchos casos de las manos de nuestras
madres, de nuestras abuelas. Ellas han sido, la memoria viva de Jesucristo en
el seno de nuestros hogares. Fue en el silencio de la vida familiar, donde la
mayoría de nosotros aprendió a rezar, a amar, a vivir la fe. Fue al in terno de
una vida familiar, que después tomó forma de parroquia, colegio, comunidades
que la fe fue llegando a nuestra vida y haciéndose carne. Ha sido también esa
fe sencilla la que muchas veces nos ha acompañado en los distintos avatares del
camino. Perder la memoria es
desarraigarnos de dónde venimos y por lo tanto, no sabremos tampoco a donde
vamos. Esto es clave, cuando desarraigamos a un laico de su fe, de la de
sus orígenes; cuando lo desarraigamos del Santo Pueblo fiel de Dios, lo
desarraigamos de su identidad bautismal y así le privamos la gracia del
Espíritu Santo. Lo mismo nos pasa a nosotros, cuando nos desarraigamos como
pastores de nuestro pueblo, nos perdemos.
Nuestro rol, nuestra alegría, la alegría del pastor está
precisamente en ayudar y estimular, al igual que hicieron muchos antes que
nosotros, sean las madres, las abuelas, los padres los verdaderos protagonistas
de la historia. No por una concesión nuestra de buena voluntad, sino por propio
derecho y estatuto. Los laicos son parte
del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, los protagonistas de la Iglesia y
del mundo; a los que nosotros estamos llamados a servir y no de los cuales
tenemos que servirnos.
En mi reciente viaje a la tierra de México tuve la oportunidad de
estar a solas con la Madre, dejándome mirar por ella. En ese espacio de oración
pude presentarle también mi corazón de hijo. En ese momento estuvieron también
ustedes con sus comunidades. En ese momento de oración, le pedí a María que no
dejara de sostener, como lo hizo con la primera comunidad, la fe de nuestro
pueblo. Que la Virgen Santa interceda por ustedes, los cuide y acompañe siempre,
Francisco. Vaticano, 19 de marzo de 2016
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