Ciudad
del Vaticano, 8 de julio de 2016.
S.E.R.
Mons. José María Arancedo.
Presidente
de la Conferencia Episcopal Argentina.
Buenos
Aires
Querido
hermano:
En
vísperas de la celebración del bicentenario de la independencia quiero hacer
llegar un cordial saludo, a vos, a los hermanos Obispos, a las Autoridades
nacionales y a todo el Pueblo argentino. Deseo que esta celebración nos haga
más fuertes en el camino emprendido por nuestros mayores hace ya doscientos
años. Con tales augurios expreso a todos los argentinos mi cercanía y la
seguridad de mi oración.
De
manera especial quiero estar cerca de los que más sufren: los enfermos, los que
viven en la indigencia, los presos, los que se sienten solos, los que no tienen
trabajo y pasan todo tipo de necesidad, los que son o fueron víctimas de la
trata, del comercio humano y explotación de personas, los menores víctimas de
abuso y tantos jóvenes que sufren el flagelo de la droga. Todos ellos llevan el
duro peso de situaciones, muchas veces límite. Son los hijos más llagados de la
Patria.
Sí,
hijos de la Patria. En la escuela nos enseñaban a hablar de la Madre Patria, a
amar a la Madre Patria. Aquí precisamente se enraiza el sentido patriótico de pertenencia:
en el amor a la Madre Patria. Los argentinos usamos una expresión, atrevida y
pintoresca a la vez, cuando nos referimos a personas inescrupulosas: “éste es
capaz hasta de vender a la madre”; pero sabemos y sentimos hondamente en el
corazón que a la Madre no se la vende, no se la puede vender… y tampoco a la
Madre Patria.
Celebramos
doscientos años de camino de una Patria que, en sus deseos y ansias de
hermandad, se proyecta más allá de los límites del país: hacia la Patria
Grande, la que soñaron San Martin y Bolívar. Esta realidad nos une en una
familia de horizontes amplios y lealtad de hermanos. Por esa Patria Grande
también rezamos hoy en nuestra celebración: que el Señor la cuide, la haga
fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones.
Con
estos doscientos años de respaldo se nos pide seguir caminando, mirar hacia
adelante. Para lograrlo pienso -de manera especial- en los ancianos y en los
jóvenes, y siento la necesidad de pedirles ayuda para continuar andando nuestro
destino.
A
los ancianos, los “memoriosos” de la historia, les pido que, sobreponiéndose a
esta “cultura del descarte” que mundialmente se nos impone, se animen a soñar.
Necesitamos de sus sueños, fuente de inspiración. A los jóvenes les pido que no
jubilen su existencia en el quietismo burocrático en el que los arrinconan
tantas propuestas carentes de ilusión y heroísmo. Estoy convencido de que
nuestra Patria necesita hacer viva la profecía de Joel (cf. Jl 4, 1). Sólo si
nuestros abuelos se animan a soñar y nuestros jóvenes a profetizar cosas
grandes, la Patria podrá ser libre. Necesitamos de abuelos soñadores que
empujen y de jóvenes que -inspirados en esos mismos sueños- corran hacia
adelante con la creatividad de la profecía.
Querido
hermano pido a Dios, nuestro Padre y Señor, que bendiga nuestra Patria, nos
bendiga a todos nosotros; y a la Virgen de Lujan que, como madre, nos cuide en
nuestro camino. Y, por favor, no te olvides de rezar por mí.
Fraternalmente
Francisco
Joel Capítulo 4
El último combate y la salvación
1 En aquellos días cambiaré la suerte de Judá y de Jerusalén.
2 Reuniré todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat. Allí discutiré con ellas la causa de mi pueblo y de mi heredad, Israel, a quien ellas han dispersado entre las naciones, mientras se repartían mi tierra.
3 Se jugaron a los dados a mi pueblo; cambiaron al niño por la prostituta y a la niña la vendieron por vino para emborracharse.
4 Y ustedes, ¿qué son ustedes para mí, Tiro y Sidón y todos los distritos de Filistea? ¿Tomarán acaso represalias contra mí? Si las quieren tomar, bien pronto volveré estas represalias sobre su propia cabeza.
5 Ustedes que robaron mi plata y mi oro y se llevaron mis más hermosas joyas a sus templos
6 y vendieron los hijos de Judá y los hijos de Israel a los griegos, alejándolos de su tierra,
7 sepan que yo los voy a despertar del lugar donde ustedes los vendieron y haré caer las represalias de ustedes sobre sus cabezas.
8 Venderé a los hijos e hijas de ustedes por medio de los hijos de Judá, que los venderán a los sabeos, nación lejana. Yavé lo ha dicho.
9 Publiquen esto entre las naciones, proclamen una guerra santa, despierten a los valientes, avancen y suban todos los hombres de guerra.
10 Conviertan sus azadones en espadas y sus hoces en lanzas, que el débil diga: «Soy un valiente.»
11 Dense prisa y lleguen pronto, todas las naciones de alrededor, reúnanse allí. ¡Haz bajar, Yavé, a tus valientes!
12 Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor.
13 Metan la hoz, pues los sembrados están maduros, vengan y pisen, porque el lagar está lleno y las cubas desbordan, ¡tan grande es su maldad!
14 Multitudes y multitudes en el Valle de la Decisión, porque está cerca el día de Yavé en el Valle de la Decisión.
15 El sol y la luna se oscurecieron y las estrellas retiraron su resplandor.
16 Yavé ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz. Los cielos y la tierra se han conmovido. Porque Yavé es un refugio para su pueblo y un asilo para los hijos de Israel.
17 Y sabrán que yo soy Yavé, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo, y Jerusalén será un lugar santo por el que no pasará extranjero.
18 En aquellos días los montes destilarán vino, y de las colinas manará leche; en todos los torrentes de Judá correrá el agua y una fuente saldrá de la Casa de Yavé para regar el valle de las acacias.
19 Egipto quedará todo en ruinas y Edom en un desierto desolado, por la violencia que cometieron contra los hijos de Judá, porque derramaron sangre inocente en su tierra.
20 Pero Judá será habitado para siempre, y Jerusalén, de generación en generación. No me quedaré indiferente sino que vengaré la sangre, pues sepan que Yavé habita en Sión.
1 En aquellos días cambiaré la suerte de Judá y de Jerusalén.
2 Reuniré todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat. Allí discutiré con ellas la causa de mi pueblo y de mi heredad, Israel, a quien ellas han dispersado entre las naciones, mientras se repartían mi tierra.
3 Se jugaron a los dados a mi pueblo; cambiaron al niño por la prostituta y a la niña la vendieron por vino para emborracharse.
4 Y ustedes, ¿qué son ustedes para mí, Tiro y Sidón y todos los distritos de Filistea? ¿Tomarán acaso represalias contra mí? Si las quieren tomar, bien pronto volveré estas represalias sobre su propia cabeza.
5 Ustedes que robaron mi plata y mi oro y se llevaron mis más hermosas joyas a sus templos
6 y vendieron los hijos de Judá y los hijos de Israel a los griegos, alejándolos de su tierra,
7 sepan que yo los voy a despertar del lugar donde ustedes los vendieron y haré caer las represalias de ustedes sobre sus cabezas.
8 Venderé a los hijos e hijas de ustedes por medio de los hijos de Judá, que los venderán a los sabeos, nación lejana. Yavé lo ha dicho.
9 Publiquen esto entre las naciones, proclamen una guerra santa, despierten a los valientes, avancen y suban todos los hombres de guerra.
10 Conviertan sus azadones en espadas y sus hoces en lanzas, que el débil diga: «Soy un valiente.»
11 Dense prisa y lleguen pronto, todas las naciones de alrededor, reúnanse allí. ¡Haz bajar, Yavé, a tus valientes!
12 Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor.
13 Metan la hoz, pues los sembrados están maduros, vengan y pisen, porque el lagar está lleno y las cubas desbordan, ¡tan grande es su maldad!
14 Multitudes y multitudes en el Valle de la Decisión, porque está cerca el día de Yavé en el Valle de la Decisión.
15 El sol y la luna se oscurecieron y las estrellas retiraron su resplandor.
16 Yavé ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz. Los cielos y la tierra se han conmovido. Porque Yavé es un refugio para su pueblo y un asilo para los hijos de Israel.
17 Y sabrán que yo soy Yavé, su Dios, que habito en Sión, mi monte santo, y Jerusalén será un lugar santo por el que no pasará extranjero.
18 En aquellos días los montes destilarán vino, y de las colinas manará leche; en todos los torrentes de Judá correrá el agua y una fuente saldrá de la Casa de Yavé para regar el valle de las acacias.
19 Egipto quedará todo en ruinas y Edom en un desierto desolado, por la violencia que cometieron contra los hijos de Judá, porque derramaron sangre inocente en su tierra.
20 Pero Judá será habitado para siempre, y Jerusalén, de generación en generación. No me quedaré indiferente sino que vengaré la sangre, pues sepan que Yavé habita en Sión.
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