“La parábola del buen Samaritano, en su relato sencillo y
estimulante, indica un estilo de vida, cuyo baricentro no somos nosotros
mismos, sino los demás, con sus dificultades, que encontramos en nuestro camino
y que nos interpelan. Los demás nos interpelan. Y cuando los demás no nos interpelan,
algo allí no funciona. ¿Quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar como a mí
mismo? ¿A mis parientes? ¿A mis amigos? ¿A mis compatriotas? ¿A los de mi misma
religión?... ¿Quién es mi prójimo? No debo catalogar a los demás
para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o
no ser prójimo – la decisión es mía –, depende de mí ser o no
ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, incluso
si es extraña o incluso hostil”. 10/7/2016. Ángelus. RV.
“Estamos en el Año de la Misericordia, es la ocasión propicia para descubrir y vivir esta dimensión de solidaridad, fraternidad y ayuda recíproca. Queridos hermanos, les pido sobre todo conservar la valentía y, justamente en medio a sus angustias, conserven la alegría de la esperanza. Esta llama que vive en ustedes no se apague. Porque nosotros creemos en un Dios que repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y que sabe recompensar a cuantos mantienen la confianza en Él. En espera de aquel día de paz y de luz, su contribución es esencial para la Iglesia y para el mundo: ustedes son testigos de Cristo, son intercesores ante Dios que escucha de modo particular sus oraciones”. Sólo en la pobreza serán capaces de realizar, es decir, orar por los ricos, los sabios, por aquellos que ahora ríen, por los hipócritas y por todos aquellos que son responsables de la pobreza”.
“Les doy la misión de orar por ellos, para que el Señor cambie sus corazones. Les pido también rezar por los culpables de su pobreza, para que se conviertan. Oren por tantos ricos que se visten de purpura y festejan con grandes banquetes, sin darse cuenta que en sus puertas hay tantos Lázaros clamando saciar su hambre con los desperdicios de su mesa. Oren también por los sacerdotes, por los levitas, que – viendo aquel hombre herido y medio muerto – pasan de largo, mirando a otra parte, porque no tienen compasión. Sonrían a estas personas desde el corazón, deseen a ellos el bien y pidan a Jesús que se conviertan. Y les aseguro que, si ustedes hacen esto, habrá gran alegría en la Iglesia y en sus corazones”. 6/7/2016. A los enfermos y minusválidos de las diócesis francesas de la provincia de Lyon. RV.
“Estamos en el Año de la Misericordia, es la ocasión propicia para descubrir y vivir esta dimensión de solidaridad, fraternidad y ayuda recíproca. Queridos hermanos, les pido sobre todo conservar la valentía y, justamente en medio a sus angustias, conserven la alegría de la esperanza. Esta llama que vive en ustedes no se apague. Porque nosotros creemos en un Dios que repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y que sabe recompensar a cuantos mantienen la confianza en Él. En espera de aquel día de paz y de luz, su contribución es esencial para la Iglesia y para el mundo: ustedes son testigos de Cristo, son intercesores ante Dios que escucha de modo particular sus oraciones”. Sólo en la pobreza serán capaces de realizar, es decir, orar por los ricos, los sabios, por aquellos que ahora ríen, por los hipócritas y por todos aquellos que son responsables de la pobreza”.
“Les doy la misión de orar por ellos, para que el Señor cambie sus corazones. Les pido también rezar por los culpables de su pobreza, para que se conviertan. Oren por tantos ricos que se visten de purpura y festejan con grandes banquetes, sin darse cuenta que en sus puertas hay tantos Lázaros clamando saciar su hambre con los desperdicios de su mesa. Oren también por los sacerdotes, por los levitas, que – viendo aquel hombre herido y medio muerto – pasan de largo, mirando a otra parte, porque no tienen compasión. Sonrían a estas personas desde el corazón, deseen a ellos el bien y pidan a Jesús que se conviertan. Y les aseguro que, si ustedes hacen esto, habrá gran alegría en la Iglesia y en sus corazones”. 6/7/2016. A los enfermos y minusválidos de las diócesis francesas de la provincia de Lyon. RV.
Ciudad del Vaticano, 8 de julio de 2016. S.E.R. Mons. José María
Arancedo. Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires
Querido hermano: En vísperas de la celebración del
bicentenario de la independencia quiero hacer llegar un cordial saludo, a vos,
a los hermanos Obispos, a las Autoridades nacionales y a todo el Pueblo
argentino. Deseo que esta celebración nos haga más fuertes en el camino
emprendido por nuestros mayores hace ya doscientos años. Con tales augurios
expreso a todos los argentinos mi cercanía y la seguridad de mi oración.
De manera especial quiero estar cerca de los que más sufren:
los enfermos, los que viven en la indigencia, los presos, los que se sienten
solos, los que no tienen trabajo y pasan todo tipo de necesidad, los que son o
fueron víctimas de la trata, del comercio humano y explotación de personas, los
menores víctimas de abuso y tantos jóvenes que sufren el flagelo de la droga.
Todos ellos llevan el duro peso de situaciones, muchas veces límite. Son los
hijos más llagados de la Patria.
Sí, hijos de la Patria. En la escuela nos enseñaban a hablar
de la Madre Patria, a amar a la Madre Patria. Aquí precisamente se enraíza el
sentido patriótico de pertenencia: en el amor a la Madre Patria. Los argentinos
usamos una expresión, atrevida y pintoresca a la vez, cuando nos referimos a
personas inescrupulosas: "éste es capaz hasta de vender a la madre";
pero sabemos y sentimos hondamente en el corazón que a la Madre no se la vende,
no se la puede vender... y tampoco a la Madre Patria.
Celebramos doscientos años de camino de una Patria que, en
sus deseos y ansias de hermandad, se proyecta más allá de los límites del país:
hacia la Patria Grande, la que soñaron San Martín y Bolívar. Esta realidad nos
une en una familia de horizontes amplios y lealtad de hermanos. Por esa Patria
Grande también rezamos hoy en nuestra celebración: que el Señor la cuide, la
haga fuerte, más hermana y la defienda de todo tipo de colonizaciones.
Con estos doscientos años de respaldo se nos pide seguir
caminando, mirar hacia adelante. Para lograrlo pienso -de manera especial- en
los ancianos y en los jóvenes, y siento la necesidad de pedirles ayuda para
continuar andando nuestro destino. A los ancianos, los "memoriosos"
de la historia, les pido que, sobreponiéndose a esta "cultura del
descarte" que mundialmente se nos impone, se animen a soñar. Necesitamos
de sus sueños, fuente de inspiración. A los jóvenes les pido que no jubilen su
existencia en el quietismo burocrático en el que los arrinconan tantas
propuestas carentes de ilusión y heroísmo. Estoy convencido de que nuestra Patria
necesita hacer viva la profecía de Joel (cf. Jl 4, 1). Sólo si nuestros abuelos
se animan a soñar y nuestros jóvenes a profetizar cosas grandes, la Patria
podrá ser libre. Necesitamos de abuelos soñadores que empujen y de jóvenes que
-inspirados en esos mismos sueños- corran hacia adelante con la creatividad de
la profecía.
Querido hermano pido a Dios, nuestro Padre y Señor, que
bendiga nuestra Patria, nos bendiga a todos nosotros; y a la Virgen de Lujan
que, como madre, nos cuide en nuestro camino. Y, por favor, no te olvides de
rezar por mí. Fraternalmente Francisco.
Reflexiones
del Papa Francisco. Síntesis semanal, en base a extractos textuales. Producido
por María Cristina Camacho de Armas para su difusión en: camachodearmas@gmail.com, http://nueva-realidad.blogspot.com.ar/ y https://www.facebook.com/catedrafrancisco.
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