“La clausura y el
aislamiento crean siempre una atmósfera asfixiante y pesada, que tarde o
temprano acaba por entristecer y ahogar. Cuánto dolor, cuánta desesperación
provoca la clausura en sí mismos, que adquiere poco a poco el rostro de la
envidia, del egoísmo, de la rivalidad, de la sed de poder y de dinero.
La
Navidad, en cambio, infunde en nosotros, cristianos, la certeza de que la
última y definitiva palabra pertenece al Príncipe de la Paz, que transforma el
egoísmo en don de sí y la venganza en perdón”.
13/01. Jornada Mundial de la paz. Radio Vaticana.
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