“El Evangelio es novedad. La Revelación es novedad. Nuestro
Dios es un Dios que siempre hace las cosas nuevas y pide de nosotros docilidad
a su novedad. En el Evangelio, Jesús es claro en esto, es muy claro: vino nuevo
en odres nuevos. El vino lo trae Dios, pero debe ser recibido con apertura a la
novedad. Y esto se llama docilidad. Podemos preguntarnos: ¿soy dócil a la
Palabra de Dios o hago siempre aquello que yo creo sea la Palabra de Dios? ¿O
hago pasar la Palabra de Dios por un alambique y al final es otra cosa con
respecto a aquello que Dios quiere hacer?”. Si hago esto, “termino como
el pedazo de tela nuevo sobre el vestido viejo, y el remendón es peor”. “Cuando
quiero tomar la electricidad de la fuente eléctrica, si el aparato que tengo no
es adecuado, busco un adaptador. Debemos buscar siempre adaptarnos, adecuarnos
a esta novedad de la Palabra de Dios, estar abiertos a la novedad.
“La obstinación, la no docilidad a hacer lo que tú quieres y
no aquello que quiere Dios, es pecado de idolatría”. Y esto, “nos hace pensar”
sobre “qué cosa es la libertad cristiana, qué cosa es la obediencia cristiana”:
“La libertad cristiana y la obediencia cristiana son docilidad a la Palabra de
Dios, es tener aquel coraje de convertirse en odres nuevos, para este vino
nuevo que viene continuamente. Este valor de discernir siempre: discernir,
digo, no relativizar. Discernir siempre qué cosa hace el Espíritu en mi
corazón, qué cosa quiere el Espíritu en mi corazón, a dónde me lleva el
Espíritu en mi corazón. Y obedecer. Discernir y obedecer. Pidamos hoy la gracia
de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra que es viva y eficaz, que
discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón”.
20/1. Francisco en Santa Marta (RC-RV)
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