El 11 de febrero de 2013, daba la vuelta al mundo la noticia
de la histórica renuncia de Joseph Ratzinger, anunciada por él mismo ese día,
memoria de Nuestra Señora de Lourdes, con estas palabras:
«Queridos hermanos y hermanas: Muchas gracias por haber
venido a esta última audiencia general de mi pontificado. Asimismo, doy gracias
a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a
la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad.
Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta
decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el
ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza
de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es suya,
y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud
porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a
todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos
sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos. Saludo
cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos
provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido
acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis
pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a
un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos todos la amorosa
protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia”.
«Sí, el Papa nunca está solo, ahora lo experimento de nuevo
de una manera tan grande que toca el corazón». «Me escriben como hermanos y
hermanas, o como hijos e hijas, con sentimientos de vínculos familiares muy
cariñosos. Aquí se puede tocar con mano lo que es la Iglesia, no es una
organización, ni una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un
cuerpo vivo, una comunidad de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo,
que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de esta manera es tener casi la
capacidad de tocar con las manos el poder de su verdad y de su amor, es una
fuente de alegría, en un momento en que muchos hablan de su declive».
Muchas gracias. Que Dios os bendiga».
10/2/2014. Radio Vaticana.
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