“Y los muertos
parecen hacer parte de una contabilidad cotidiana. ¡Estamos acostumbrados a
leer estas cosas! Si tuviésemos la paciencia de citar todas las guerras que en
este momento hay en el mundo, seguramente llenaríamos muchas páginas. Pareciera
que el espíritu de la guerra se hubiese apoderado de nosotros. Se hacen actos
para conmemorar el centenario de aquella Gran Guerra, tantos millones de
muertos… ¡Y todos escandalizados! Pero ¡hoy es lo mismo! En vez de una gran
guerra, pequeñas guerras en todas partes, pueblos divididos… por conservar los
propios intereses se asesinan, se matan entre ellos”.
“¿De dónde vienen las guerras y las querellas que hay entre
ustedes?”, repitió el Obispo de Roma. “Las guerras, el odio, la enemistad no se compran en el mercado: están aquí, en el corazón.” Y recordó
que cuando de niños, en el catecismo, “nos contaban la historia de Caín y Abel,
todos estábamos escandalizados”, no se podía creer que uno mate el hermano.
Pero, hoy, “tantos millones se matan entre hermanos, entre ellos. Pero estamos
acostumbrados”. La Primera Guerra Mundial, “nos escandaliza, pero no la
gran guerra un poco por todas partes”, un poco “escondida, ¡no escandaliza! Y
tantos mueren por un pedazo de tierra, por una ambición, por un odio, por un
celo racial”. “La pasión nos lleva a la guerra, al espíritu del
mundo”: “También normalmente ante un conflicto, nos encontramos ante una
situación curiosa: salir adelante para resolverlo, peleando. Con el lenguaje de
la guerra. ¡No viene antes el lenguaje de la paz! ¿Y las consecuencias? Piensen
en los niños hambrientos en los campos de refugiados… Piensen solamente en eso:
¡es el fruto de la guerra! Y si quieren piensen en los grandes salones, en las
fiestas que hacen aquellos que son los patrones de la industria de las armas,
que fabrican las armas, las armas que terminan allí. El niño enfermo,
hambriento, en un campo de refugiados y las grandes fiestas, la vida bella que
tienen aquellos que fabrican las armas”.
“¿Qué
ocurre en nuestro corazón?”. El Apóstol Santiago, nos da un consejo sencillo: “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes”. Por
lo tanto, “este espíritu de guerra, que nos aleja de Dios, que
no está lejos de nosotros” está “también en nuestra casa”: “Cuantas familias destruidas porque el papá, la mamá no son capaces de
encontrar el camino de la paz y prefieren la guerra, hacer causa… ¡La guerra
destruye! ‘¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre
ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos
miembros’? En el corazón. Hoy les propongo rezar por la paz, por aquella paz
que parece haberse convertido sólo en una palabra, nada más. Para que esta
palabra tenga la capacidad de actuar, sigamos el consejo del Apóstol Santiago:
‘¡Reconozcan su miseria!”.
25/02/2014.
Santa Marta. RV
No hay comentarios:
Publicar un comentario