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“Quiero dirigirme a los fieles cristianos –escribe el Papa- para
invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar
caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” .Se trata de un
fuerte llamamiento a todos los bautizados para que, con fervor y dinamismo
nuevos, lleven a los otros el amor de Jesús en un “estado permanente de misión”,
venciendo “el gran riesgo del mundo actual”: el de caer en “una tristeza
individualista”.
El
Papa invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando
“nuevos caminos” y “métodos creativos”, a no encerrar a Jesús en nuestros
“esquemas aburridos”. Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no
puede dejar las cosas como están” y una “reforma de estructuras” eclesiales
para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”. El Pontífice piensa también
en “una conversión del papado” para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo
quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”. El deseo de que
las Conferencias episcopales pudieran dar una contribución a fin de que “el
afecto colegial” tuviera una aplicación “concreta” –afirma- todavía “no se
realizó plenamente”. Es necesaria “una saludable descentralización”. En esta
renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no
directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo
de la historia”.
Signo
de la acogida de Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas
partes” para que todos los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas
puertas cerradas”. “Tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por
una razón cualquiera”, así, la Eucaristía “no es un premio para los perfectos
sino un generoso remedio y un alimento para los débiles. Estas convicciones
también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con
prudencia y audacia”. El Papa reitera que prefiere una Iglesia “herida y
manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia... preocupada por ser el
centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.
Si algo debe inquietarnos santamente... es que tantos hermanos nuestros vivan”
sin la amistad de Jesús.
El
Papa indica las “tentaciones de los agentes pastorales”: individualismo, crisis
de identidad, caída del fervor.“La mayor amenaza” es “el gris pragmatismo de la
vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con
normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando”. Exhorta a no dejarse
vencer por un “pesimismo estéril” y a ser signos de esperanza poniendo en
marcha “la revolución de la ternura”. Es necesario huir de la “espiritualidad
del bienestar” que rechaza los “compromisos fraternos” y vencer “la mundanidad
espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria
humana”. El Papa habla de los que “se sienten superiores a otros” por ser
“inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado” y, “en
lugar de evangelizar lo que se hace es ...clasificar a los demás”, o de los que
tienen un “cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de
la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción” en
las necesidades de la gente. Se trata de “una tremenda corrupción con
apariencia de bien... ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes
espirituales o pastorales!”.
Lanza
un llamamiento a las comunidades eclesiales a no caer en envidias ni en celos
“dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades, ¡cuántas guerras!”. “¿A
quién vamos a evangelizar con esos comportamientos? “Subraya la necesidad de
hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las
decisiones.” a raíz de “un excesivo clericalismo”. Afirma que “todavía es
necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la
Iglesia”, en particular “en los diversos lugares donde se toman las decisiones
importantes”. “Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las
mujeres...no se pueden eludir superficialmente” .Los jóvenes deben tener “un
protagonismo mayor”. Frente a la escasez de vocaciones en algunos lugares,
afirma que “no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de
motivaciones”.
Afrontando
el tema de la inculturación, recuerda que “el cristianismo no tiene un único
modo cultural” y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”. “No podemos
pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe
cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un
determinado momento de la historia”. El Papa reafirma la “fuerza activamente
evangelizadora” de la piedad popular y alienta la investigación de los
teólogos, invitándoles a llevar en el corazón “la finalidad evangelizadora de
la Iglesia” y a no contentarse con “una teología de escritorio”.
Se
detiene “con cierta meticulosidad, en la homilía” porque “son muchos los
reclamos que se dirigen en relación con este gran ministerio y no podemos hacer
oídos sordos”. La homilía “debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una
clase”, debe saber decir “palabras que hacer arder los corazones”, huyendo de
“una predicación puramente moralista o adoctrinadora”. Subraya la importancia
de la preparación: “Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es
deshonesto e irresponsable”. “Una buena homilía...debe contener «una idea, un
sentimiento, una imagen» .La predicación debe ser positiva para que de “siempre
... esperanza” y no nos deje “encerrados en la negatividad”. El anuncio mismo
del Evangelio debe tener características positivas: “cercanía, apertura al
diálogo, paciencia, acogida cordial que no condena”.
Hablando
de los retos del mundo contemporáneo, el Papa denuncia el sistema económico
actual: “es injusto en su raíz”. “Esa economía mata” porque predomina “la ley
del más fuerte”. La cultura actual del “descarte” ha creado “algo nuevo”: “Los
excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes»”. Vivimos en una
“nueva tiranía invisible, a veces virtual”, de un “mercado divinizado” donde
imperan la “especulación financiera”, “una corrupción ramificada y una evasión
fiscal egoísta” .Denuncia los “ataques a la libertad religiosa” y “las nuevas
situaciones de persecución a los cristianos... En muchos lugares se trata más
bien de una difusa indiferencia relativista”. La familia –prosigue el Papa-
“atraviesa una crisis cultural profunda”. Insistiendo en “el aporte
indispensable del matrimonio a la sociedad” ,subraya que “el individualismo
posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que...desnaturaliza los
vínculos familiares”.
Reafirma
“la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” y el
derecho de los pastores “a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la
vida de las personas”. “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la
intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social”.
Cita a Juan Pablo II cuando afirma que la Iglesia «no puede ni debe quedarse al
margen en la lucha por la justicia» . “Para la Iglesia la opción por los pobres
es una categoría teológica” antes que sociológica. “Por eso quiero una Iglesia
pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”. “Mientras no se
resuelvan radicalmente los problemas de los pobres... no se resolverán los
problemas del mundo”. “La política, tan denigrada” –afirma- “es una de las
formas más preciosas de la caridad” . “¡Ruego al Señor que nos regale más
políticos a quienes les duela de verdad.... la vida de los pobres!”. Después
una advertencia: “Cualquier comunidad de la Iglesia” que se olvide de los
pobres “correrá el riesgo de la disolución”.
El
Papa invita a cuidar a los más débiles: “los sin techo, los toxicodependientes,
los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y
abandonados” y los migrantes, por los que exhorta a los países “a una generosa
apertura”. Habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de
esclavitud: “En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y
aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad
cómoda y muda”. “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de
exclusión, maltrato y violencia”. “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere
cuidar con predilección” están “los niños por nacer, que son los más indefensos
e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana”.
“No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión... No
es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. A
continuación un llamamiento al respeto de todo lo creado: “estamos llamados a
cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos”.
Por
cuanto respecta al tema de la paz, el Papa afirma que “es necesaria una voz
profética” cuando se quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a
los más pobres mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios”. Para
la construcción de una sociedad “en paz, justicia y fraternidad” indica cuatro
principios: “El tiempo es superior al espacio” significa “trabajar a largo
plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos”. “La unidad prevalece sobre
el conflicto” quiere decir obrar para que los opuestos alcancen “una unidad
pluriforme que engendra nueva vida”. “La realidad es más importante que la
idea” significa evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica. “El
todo es superior a la parte” significa aunar globalización y localización.
“La evangelización -continúa el Papa- también implica un camino de
diálogo” que abre a la Iglesia para colaborar con todas las realidades
políticas, sociales, religiosas y culturales. El ecumenismo es “un camino
ineludible de la evangelización”. Es importante el enriquecimiento recíproco:
“¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros!, por ejemplo, “en el diálogo
con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender
algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia
de la sinodalidad” ; “el diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte
de la vida de los discípulos de Jesús”; “el diálogo interreligioso”, que se
conduce con “una identidad clara y gozosa”, es “es una condición necesaria para
la paz en el mundo” y no oscurece la evangelización ; “en esta época adquiere
gran importancia la relación con los creyentes del Islam”: el Papa implora
“humildemente” para que los países de tradición islámica aseguren la libertad
religiosa a los cristianos, también “¡teniendo en cuenta la libertad que los
creyentes del Islam gozan en los países occidentales!”. “Frente a episodios de
fundamentalismo violento” invita a “evitar odiosas generalizaciones, porque el
verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda
violencia” . Y contra el intento de privatizar las religiones en algunos contextos,
afirma que “el debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no
debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías
creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas”. Reitera de este
modo la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes.
El
último capítulo está dedicado a los “evangelizadores con Espíritu”, que son
aquellos que “se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde
la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz
alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente” .Se trata de
“evangelizadores que oran y trabajan” ,conscientes de que “la misión es una
pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” : “Jesús
quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los
demás” . “En nuestra relación con el mundo-precisa-, se nos invita a dar razón
de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan” . “Sólo
puede ser misionero –añade- alguien que se sienta bien buscando el bien de los
demás, deseando la felicidad de los otros”: “si logro ayudar a una sola persona
a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. El Papa invita a no
desanimarse ante los fracasos o la escasez de resultados porque la “fecundidad
es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada”; “sólo
sabemos que nuestra entrega es necesaria”. La Exhortación concluye con una
oración a María “Madre del Evangelio”. “Hay un estilo mariano en la actividad
evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a
creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”.
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